¿Te estás comiendo tu estrés?

21 de septiembre de 2020
Por: Hayley Alexander

“El otro día intenté sincronizar Google Calendar con la computadora. Otra vez. Nunca me funcionó, no importa cuántos expertos haya pagado para intentar arreglarlo. Y tampoco funcionó esta vez. Pero, por si acaso, le di a mi computadora un buen golpe como solían hacer con los viejos televisores. Spoiler: no sirvió de nada.

Para mucha gente eso es lo que es comer por estrés. Es una buena descarga en el momento. Pero lo más probable es que no ayude a la situación... o a tus objetivos de nutrición”.

Destacando la inutilidad del autosabotaje, el extracto anterior es de un blog escrito por el CEO de Gold Medal Bodies Fitness, Andy Fosset, quien sin dudas da en el clavo. Pero la pregunta es: ¿por qué tendemos a “comer por estrés”? ¿Se trata de algo que no podemos evitar?

Los desencadenantes del estrés, las hormonas y el hambre

Los expertos de Harvard Health sugieren que hay una relación entre el estrés, las hormonas y el hambre. A corto plazo, “el estrés puede cerrar el apetito” debido a que el cuerpo produce más adrenalina, lo que desencadena las respuestas de huida o de lucha en el organismo. Sin embargo, si el estrés persiste, entonces “las glándulas suprarrenales liberan cortisol”, que tiene el efecto contrario y puede “motivar el hambre” o inducir antojos de alimentos reconfortantes.

Un estudio bastante descarado de investigadores británicos publicado en la revista de Psychosomatic Medicine incluso reveló que el estrés podría influir en la elección de los alimentos.

Para probar “los efectos del hambre en la fisiología, el rendimiento y el estado de ánimo”, el estudio contó con la participación de un grupo de voluntarios, de los cuales unos pocos seleccionados (también conocidos como el “grupo estresado”) se encargaron de preparar un discurso de cuatro minutos, que se les dijo que sería grabado después de comer.

Los integrantes del “grupo estresado” mostraron un aumento predecible de la presión arterial y la frecuencia cardíaca, según las mediciones realizadas antes y después de la instrucción. Sin embargo, lo más interesante fue que comieron principalmente los alimentos ricos en grasas y dulces que se ofrecieron durante el almuerzo, en comparación con los del “grupo de control”, a quienes no se les ordenó hacer un discurso.

Para que conste, ¡no se grabó ningún discurso!

De boca del nutricionista

Lila Bruk, nutricionista de Johannesburgo, dice que “las víctimas de la alimentación por estrés suelen ser aquellas que intentan perder peso”, y que esta lucha se convierte en un ciclo de retroalimentación negativa. En otras palabras, cuanto más te estresás por perder peso, más difícil es no pensar en la comida y, hasta que no conseguís esa satisfacción al comer, el estrés no hace más que intensificar el antojo.

Zurichwell - Notas